Demostrar honestidad a la hora de contratar un seguro no es sólo una cuestión de decencia, sino también de inteligencia, ya que la compañía aseguradora puede anular el seguro si se demuestra que los datos que has proporcionado no se corresponden con la realidad.
Un seguro es un contrato en el que el tomador acepta las condiciones que ha fijado la compañía aseguradora. La compañía tiene que cumplir a rajatabla con estas condiciones, que se han fijado de acuerdo a un determinado riesgo.
Ese riesgo se baja exclusivamente en los datos que ha proporcionado el asegurado, que se aceptan como ciertos –sería muy trabajoso y a veces casi imposible investigar previamente si todo lo que dice el asegurado es 100% verdad-.
A la hora del solicitar el seguro, el tomador tiene que dar todos los datos que la compañía crea necesarios para el seguro. En el caso de que en el “cuestionario” no figuren preguntas importantes, el tomador no tendrá responsabilidad ante lo que pueda pasar (ejemplo: no se le pregunta si la moto va a tener otros conductores y la moto tiene un accidente mientras es conducida por otra persona).
Por lo general, las compañías son bastante minuciosas y no dejarán nada al azar. Además, son bastante efectivas para detectar un fraude. Teniendo en cuenta que la buena fe es la base sobre la que se diseña el contrato del seguro, conviene tener claro que todos los datos que se dan son correctos, para que así todo vaya sobre ruedas.